Ser tu ángel, no me impide, convertirme algunas veces, en ese pequeño demonio que ansías en nuestra intimidad.
Las mujeres, guardamos muy celosamente impulsos perversos de dominación y posesión, en el arte de seducir.
Nada más grato que establecer juegos cómplices, acordados, para entrar en escena con alto grado de erotismo. Te relajas y te dejas llevar...
Y es ahí cuando la imaginación vuela entre cuatro paredes silenciosas, testigos de nuestras mieles y fragancias.
Sin pudores, sin temores...La confianza puesta en cada uno, los tiempos, la cadencia, el reloj interno marcando el momento del goce.
Dilatar la explosión final de los sentidos y dormir luego, como dos amantes, hartos de comer frutos prohibidos.