PLACER Y TEMOR
A veces siento miedo de mí. Un temor que se asoma en sueños, lleno de persecuciones, palabras que no entiendo, idiomas desconocidos para mis oídos.
Corro por un campo algo desierto y ni siquiera tengo donde esconderme. Una pesadilla recurrente que deviene de épocas remotas, inclusive, que yo no viví.
Como en la novela de Jerzei Kosinski, "El pájaro pintado", soy la niña de la Polonia Oriental, que no tiene raza ni religión definida, se camufla para no ser reconocida y tratar de sobrevivir a duras penas, en la segunda guerra mundial. Es ahí donde la memoria de mi cuerpo, resucita algunas manos sedientas recorriendo mis pequeños pechos, bocas hambrientas, prendidas en la fragilidad de mi cuello. Suena horrible, tal como cuando leí el libro y lloré ante aquella historia algo biográfica, que Jerzei luego desmintiera.
La pesadilla me ahoga, empapa mis sábanas, moja mi cabello, agita mi respiración y aunque sé que estoy soñando, no deseo despertar...Un extraño placer se adueña de la víctima, de la niña, de mi presente.
Gozo con el costo de la supervivencia, los ojos que se clavan en mis rosados senos, el sonido de las armas que caen al suelo y el gemido de un soldado sobre mis labios.
Mi vida en sus manos, sus manos tan asustadas como mi respiración. Pongo resistencia y luego comprendo que ambos estamos tratando de sobrevivir. Me entrego al furioso placer que aromatiza la gramilla de mi pelo, me siento adulta y hasta le pido más, mucho más...Luego, la culpa y despierto con el pecho húmedo, ardiente, satisfecha.
SÍNDROME DE ESTOCOLMO?
(Psicología y espanto)
(Psicología y espanto)
A veces siento miedo de mí. Un temor que se asoma en sueños, lleno de persecuciones, palabras que no entiendo, idiomas desconocidos para mis oídos.
Corro por un campo algo desierto y ni siquiera tengo donde esconderme. Una pesadilla recurrente que deviene de épocas remotas, inclusive, que yo no viví.
Como en la novela de Jerzei Kosinski, "El pájaro pintado", soy la niña de la Polonia Oriental, que no tiene raza ni religión definida, se camufla para no ser reconocida y tratar de sobrevivir a duras penas, en la segunda guerra mundial. Es ahí donde la memoria de mi cuerpo, resucita algunas manos sedientas recorriendo mis pequeños pechos, bocas hambrientas, prendidas en la fragilidad de mi cuello. Suena horrible, tal como cuando leí el libro y lloré ante aquella historia algo biográfica, que Jerzei luego desmintiera.
La pesadilla me ahoga, empapa mis sábanas, moja mi cabello, agita mi respiración y aunque sé que estoy soñando, no deseo despertar...Un extraño placer se adueña de la víctima, de la niña, de mi presente.
Gozo con el costo de la supervivencia, los ojos que se clavan en mis rosados senos, el sonido de las armas que caen al suelo y el gemido de un soldado sobre mis labios.
Mi vida en sus manos, sus manos tan asustadas como mi respiración. Pongo resistencia y luego comprendo que ambos estamos tratando de sobrevivir. Me entrego al furioso placer que aromatiza la gramilla de mi pelo, me siento adulta y hasta le pido más, mucho más...Luego, la culpa y despierto con el pecho húmedo, ardiente, satisfecha.
Rita Mercedes Chio
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