Me hallé mirando
tu desnudez mojada;
el agua por tu rostro,
el agua por tu pecho
intrépida bajaba.
Como si acaso fueras
por ella poseída
y un hálito indecible
me arrebatara vida.
Uní junto a la tuya,
mi desnudez ardiente;
el agua entonces fría,
acarició mi frente,
me acarició la carne
y el alma ardiente daba
consejos que a mis manos
fogosas ordenaba
.Vagué por tus perfiles,
vagaste por los míos,
sentimos deshacerse
nuestros profundos fríos.
Mientras que escurridiza
y cual testigo muda
el agua nos brindaba
su erotizante ayuda.
Francisco Argenteo
Colombia, 1962