Hubo un tiempo en que las fiestas de fin de año, eran todo un acontecimiento y algarabía. La época de la infancia.
Luego, en medio de tanto lucro y comercio, uno crece y va dejando de lado tan bellas emociones empapadas de magia y cae en la realidad de "Hacer el esfuerzo" en compartir una velada con parientes que no quiere, que nunca ve, con esa cuñada que no se despega un segundo de la ironía, del bendito vitel toné, de la borrachera triste y los malos recuerdos.
El viejo y agrio tío, que se fija qué aportaste para la cena o si luces alguna joya que le parece innecesaria.
La pendeja terca que no deja de mandar mensajes por celular y mira su reloj, calculando cuánto falta para poder irse con sus amigos a bailar.
Algunos copas que se vuelcan, alegría, alegría!!! "Apurate boludo que ya casi son las 12!"
"Matilde, dónde mierda pusiste la sidra?! "La gran p.....justo ahora se me rompe la cremallera?" Y el niño de 4 años, tres horas de llanto, porque no puede esperar a Papá Noel.
No me digan que no son fantásticas las fiestas de fin de año!!!
"Quién me lleva a mi casa ahora?" "Quedate a dormir...Todos están borrachos!"
Chin chin! "Matilde!!!! Guardá las sobras!!!!
"Idiota! Sacá el gato que se trepa al albolitoooo!
Shhhhhhtt! Silencio, la prima Marta, va a cantar un tango!
Del niño Jesús, nadie se acordó un sólo segundo.
Rita Mercedes Chio