A media noche, entro en el bar de siempre y allí estaban. Uno sentado frente al otro.
Ambos mayores de viente, algo taciturnos, cerveza de por medio, intercambiaban alguna que otra palabra cada tanto.
Y me les quedé mirando. El cabello negro y los ojos azules del más simpático, rizos claros y ojos verdes el Cabisvajo.
La música de Dire Straits, "Hermanos en Armas" y el camarero con su bandeja sirviendo el cielo.
Saboree mis pensamientos calientes, como si se tratara de un manjar de Dioses. Los acaricié de mil maneras, toqué sus cuerpos, besé sus bocas alcoholizadas, mientras mi mente lo permitía sin prejuicios y desabrochaba cada uno de mis instintos inexplorados, soñando, imaginando, poseyendo las virtudes de ambos, a mi gusto y placer.
Benditas fantasías...Nunca más volví a verlos.
Rita Mercedes Chio