miércoles, 23 de noviembre de 2016

El éxtasis de Santa Teresa de Jesús

                                               


“Veíale en sus manos un dardo de oro largo y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas; al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me parecía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay que desear que se quite ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico a su Bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento”
                                          

Según las interpretaciones cristianas, Santa Teresa evoca en este capítulo los símbolos de la herida de amor, el fuego que atribuye a un dardo de oro y fuego que le produce una “gracia” espiritual, no corporal, y que se le repite en una sucesión de ocasiones que la dejaban “abrasada en amor grande de Dios”. Una gracia “dolorosa y suave” de la que ya había hablado en otras obras suyas como en el “Libro de las Relaciones” (1573-1582), o en “Castillo Interior” (1562-1564) en las Moradas Sextas . Es sobre este estado de “éxtasis” o “transverberación” sobre el que el escultor barroco Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) realiza entre 1647 y 1651 el grupo escultórico “El Éxtasis de Santa Teresa”, destinado a colocarse en su tumba, y que hoy puede admirarse en la Capilla Cornaro de la Iglesia de Santa María Della Vittoria en Roma.

También se ha especulado mucho acerca de si el gran Bernini quisiera haber representado un estado de “lujuria sexual satifecha” por la posición del cuerpo y expresión facial de la santa en su obra, aunque los estudiosos del autor barroco han descartado este extremo basándose en su profunda religiosidad.

En todo caso, la expresividad místico-sexual de la obra de Santa Teresa llega a encontrar eco en la obra de otras mujeres con anhelos de expresar, por medio de la poesía, una “herida de amor” que equiparan al sentimiento expresado por la santa.