Dios me lo ha dado casi todo
aunque ya olvidé,
aquello que me quitó
en tardes desprolijas
en el camino, no lo sé…
Me permitió
aprender del más sabio
y del ignorante,
vagas necedades,
oscuros resabios.
Me mostró los dos lados de la luna
las dos caras de la realidad
para que pueda elegir
entre la espinas de una mentira
o la tibia luz de la verdad.
Dios me regaló un corazón
a medio hacer…
y confió en aquella niña
que buscaba afanosamente
tan solo “crecer”.
Y a Dios le agradezco,
me mostrara el dolor
el sabor de las fresas verdes
en miradas ajenas
hambrientas de amor.
Hoy que no tengo, ni oro y marfiles
abundo en largas contemplaciones
para dar gracias, oraciones
para construir, livianos buriles.
Rita Mercedes Chio
(Argentina)