domingo, 28 de septiembre de 2014

ANASTASIA ROMANOV


Prosa para Anastasia Romanov - ( Con imágenes en movimiento)



Errante zarina, ojos de humo con destellos de cielo. Malezas aferradas a la oscura falda de terciopelo, con encajes desencajados. Pequeña alondra a la que le han destruido su nido de cristal.




Pestañitas blancas, labios de mora entumecida. Algunas alhajas en tu bolsillo profundo, entre ellas, las fotos del olvido. Nieve sobre los campos de la Rusia amada, con algunas rosas de sangre floreciendo entre la espesura, donde se hunden tus botines de cabretilla blancos.

Cuanto silencio en el bosque que atraviesas con la boca sellada y una capa desgarrando sus hilos de oro. Seguirán tu perfume de niña, los hambrientos lobos de la revolución Volchevique.

Qué es lo que hay allí más adelante? La vida o la historia? Zarina errante…Aún no han florecido tus pechos de seda, más blancos que la nieve que va cubriendo tu rastro. El leñador que observa tu paso, sonríe y no se apiada. Acaso eres la culpable de los arco iris ausentes? Del poder que pasa de mano en mano como una moneda heredada o de las heladas aguas del Volga? Manitos de estepa abandonada.




Dónde vas con tu corazoncito desbordado dejando entre el follaje, las perlas de tu gargantilla, como migajas de pan que alimentarán espíritus cobardes, salvajes, sedientos de sangre roja-azul-roja.

Ay pequeña mía! Anímate a bailar conmigo el último vals de la vida…Aún conservo algunas gotitas de tu savia en mi cuerpo. Varios de los míos, llorarán esta tragedia que aún no concibes. Solo corres por los miserables caminos de la muerte.

Plomizo cielo destaca la palidez de un rostro, que se niega a elevar la mirada que ya no puede mirar.

Estás exhausta, sabes que si cierras los ojos, no volverás a ver la luz del amanecer y no escucharás las campanas, no verás florecer tu jardín de verano, no festejarás los abrazos que ya no existen.

Nada puedo hacer…Nada pude hacer…abro un vetusto libro y me sonríes inocente desde una eternidad irremediable. Pequeña Anastasia Romanov, solo te han concedido unas horas más de tormento.






Rita Mercedes Chio
D. Reservados - Argentina